El continuo colapso de esta vía desdoblada en Mos perjudica las comunicaciones de la ciudad olívica con el norte de Portugal y con el enlace de la A-52 hacia Ourense
Casi 300.000 vecinos. 500.000 si se cuentan los municipios del área metropolitana. Se trata de Vigo. Y, para ella solita, dos embudos a modo de arterias de comunicación. Al norte, para visitar a los vecinos de las demás rías, Rande. Al sur, para comunicarse con la Meseta y adentrarse en Portugal, la autovía A-55. Ruedas y más ruedas queman asfalto por el vial a su paso por el municipio de Mos, sufriendo los mareos de la eterna N-550, rebautizada y repintada desde hace años con el nombre de autovía, pero con alma de carretera convencional.
Las salvajes cifras de muertos la encumbraron en los listados de puntos negros. Rebajas drásticas en la velocidad y una supervisión de radares han reducido los accidentes graves. Los pequeños, por alcance, son el pan de cada día. Una gota más para rozar el colapso que supone ser el punto de enlace con la A-52 a Ourense.
La sufren cada día cerca de 45.000 conductores mientras su hermana gemela, la versión de cobro que es la autopista hacia el norte luso, la AP-9, se toma con relax lo de aliviar la carga. Sus cuatro carriles y rectas despejadas solo reciben un 20% del tráfico, uno de los tramos más infrautilizados de todo el vial. De hecho, pese a que sus previsiones iniciales eran alcanzar los 11.000 usuarios diarios, ronda los 9.000. Evitar las peligrosas curvas de Tameiga tiene precio y no hay nada que disuada más que tener que pagar en cada viaje.
Por eso, la gran alternativa a la autovía permanece dormida, en contra de las reclamaciones de empresarios y vecinos. Liberalizar el peaje para que empiece a cobrar sentido su construcción es una posibilidad que el Ministerio de Fomento llegó a estudiar, pero que se quedó en una negativa. Los cinco millones de euros al año durante la primera etapa y los sucesivos números que se pagarían hasta el 2048, fin de la concesión, son una factura demasiado elevada para el Gobierno.
De momento, el único sueño al que se aferran los vecinos de los cuatro municipios que atraviesa es el proyecto de construir una nueva autovía entre Vigo y Porriño. Tras décadas de promesas, se ha presentado ya el estudio informativo sobre el vial y en la última visita del secretario de Estado de Infraestructuras, Víctor Morlán, quedó patente el compromiso de buscar un nuevo trazado. Porque la otra cara de ese sueño de la comarca se llama Mos. El municipio ha cedido una cuarta parte de su territorio a servicios generales por lo que las protestas ante la llegada del AVE y el nuevo vial no han sido pocas. Las cifras lo respaldan: según sus datos las dos infraestructuras les provocarían una pérdida de 200 millones de euros. |