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13/08/2009 Una hora contando baches por la autovía de Vigo a Ourense

El firme está destrozado y las obras de reparación, señalizadas desde hace siete meses, todavía no se han iniciado

Agárrese al volante con las dos manos porque nos vamos a Ourense. La ansiada arteria de las comunicaciones en las provincias del sur, la autovía Rías Baixas, se desangra. El resultado del trayecto son 85 kilómetros de baches y socavones, una hora leyendo carteles de promesas de obras que no empiezan. El punto de partida desde Vigo ya es una aventura: Puxeiros. La conocida autovía de Porriño, cuya sangría de accidentes continuos la situaron en el mapa de carreteras de España, es toda una experiencia que rivaliza con las atracciones de feria.

Pero la peor parte del viaje desde la provincia de Pontevedra no es circular a 60 por hora en el tramo de la A-55, ni los atascos que se producen en el acceso a la A-52 por un único carril. No, el momento decisivo llega tras pasar Porriño y alcanzar la salida de Ponteareas. Por arte de magia la palabra autovía empieza a perder significado y los recuerdos vagos de los viajes faraónicos a la aldea por la N-120 regresan al presente. Llega la línea amarilla. Llegan los baches.

Circular sin pegar volantazos es merendarse un salto tras otro al volante. Así que, salvo que estrene el nuevo modelo de todoterreno de los anuncios, ajústese el cinturón y olvídese de lo del brazo apoyado en la ventanilla o en la palanca de marchas. Para los próximos 27 kilómetros de trayecto hacen falta las dos manos y mucho sentidiño.

Alerta amarilla

Disculpen las molestias, reza un cartel. Y así, perdonando, llevan siete meses los usuarios del vial. Ante las quejas de gobiernos locales y conductores por su estado, en febrero de este año se señalizó el comienzo de las prometidas obras de rehabilitación del firme. Carteles, límites de velocidad a 80 y 100 y líneas amarillas se adueñaron de la carretera. El final parecía cerca. Pero nada más lejos.

Pese a que los trabajos se licitaron en mayo del 2007, solo un mes después de que el Ministerio de Fomento autorizase el proyecto, la llegada de los obreros no termina de materializarse. El hecho de que una de las dos empresas que forman la firma adjudicataria haya presentados suspensión de pagos no ha ayudado especialmente a poner fin al destrozado asfalto.

Claro que estos no son los únicos planes del Gobierno para la A-52. Los carteles anuncian también la rehabilitación del firme en el tramo desde la frontera entre provincias y la salida de Ourense sur. Los otros 45 kilómetros del trayecto necesitan también un repaso, como prueban las tiritas negras que salpican todo el recorrido. Los contrastes de color de la carretera, en función de la antigüedad de los parches, son la única alteración del trayecto. Nada de líneas amarillas o señales de velocidad hasta que se pasa por la salida de Ourense centro, que todavía no está operativa.

La otra cara de la A-52 no es mejor. El regreso en dirección Vigo se tiñe de parches en la provincia vecina y se convierte en un asfalto rugoso y dolorido a pocos kilómetros del cartel verde que anuncia la llegada a Pontevedra. La frontera se palpa en los neumáticos. Vuelven la línea amarilla, los límites de velocidad y los socavones que ayudan a examinar la amortiguación de los asientos. Un regreso tortuoso por la principal vía de comunicación del sur. Claro que si usted es uno de los 8.000 usuarios al día que la cruza, ya sabe de qué hablamos.
www.lavozdegalicia.es/coruna/2009/08/13/0003_7905264.htm
 
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