La inestabilidad de las corporaciones impidió proyectos y retrasó otros
Llegó al cargo a finales de los años ochenta y terminó su primera etapa en 1996, con la victoria electoral del PP en las generales. Tras el regreso al poder del PSOE, en 2004, retornó al mismo puesto. Ahora espera los resultados del 9 de marzo para conocer su futuro al frente de la Zona Franca viguesa, el organismo público de la ciudad que maneja más dinero para invertir. - El suyo es un caso raro en la Administración. Parece que lleva toda la vida en este cargo. - Sí. Aunque permanecí ocho años fuera tengo la sensación de que siempre estuve. Es un peso de experiencia y de veteranía muy importante. Siento como si llevase 15 años dándole vueltas a esto. - Usted inició los trabajos de "Abrir Vigo al Mar" y, ahora, casi 16 años después, los ha concluido, con la apertura del nuevo centro comercial. ¿Considera cumplido su objetivo? - Se han cumplido ampliamente los objetivos que teníamos que era que los vigueses disfrutaran de esa parte de la ciudad, que antes estaba abandonada. Había un vial como Montero Ríos, lleno de coches, un gran aparcamiento en superficie, una zona que dejaba asombrados a los visitantes y que no era utilizada por muchos de los vigueses. Y no digamos por la noche, en que había un ambiente marginal que producía un poco de miedo. Se trataba de recuperar esta parte de la ciudad, con un buen proyecto arquitectónico y con un atractivo para los ciudadanos. Creo que se ha cumplido ampliamente, como se comprueba con las riadas de gente que está acudiendo estos días. Además sirve para que el Casco Vello comience su revitalización: los comercios crecerán, habrá mucha más gente y cambiará la calidad de vida del barrio. - ¿Es consciente de la polémica de que este edificio cierra las vistas al mar? - No hemos descubierto nada nuevo ya que había en muchas ciudades de costa de Europa un movimiento de dinamizar los bordes portuarios. Aquí estamos a la cabeza en cuanto a planificación. Se hizo de forma muy rigurosa y con una buena planificación. Claro que si se crea un centro de ocio se genera polémica, porque hay que hacer un edificio y tapa vista al mar. Ahora, no estamos acostumbrados a ver un edificio y nos cambia la fisonomía. Con el tiempo variará el estado de opinión, ya ha habido un cambio desde la apertura del centro comercial. Ha sido un éxito aunque hayamos tenido que remar cotnra corriente - ¿Con esto se acaba la participación de Zona Franca en proyectos urbanos? - El Consorcio tiene que seguir con nuevos proyectos. Esto se empezó en 1989 con inversiones y no se puede parar. Pero hay que tener beneficios, fondos suficientes para financiar los proyectos. Sino, mal vamos. Es ilegal que la Zona Franca tenga números rojos. Por una ley aprobada por el PP. No se cumplía. Ninguna empresa u organismo puede vivir en pérdidas permanentemente. El Consorcio tiene que generar recursos suficientes para poder invertir. - Hasta ahora cuando el Concello tenía dificultades para una obra se recurría a Zona Franca, ¿va a cambiar algo? - Se hacían inversiones que correspondían a otras administraciones y encima les ahorrábamos dinero. Es una tontería. Por ejemplo, el Museo del Mar lo tenía que haber acabado la Consellería de Cultura y de forma graciosa y simpática lo hizo la Zona Franca. Entonces, Vigo perdió ese dinero para hacer otras cosas. Así de sencillo. Esa forma de hacer es absurda desde todos los puntos de vista. - Vamos, que se cerrará el grifo... - Opino que si hay beneficio, una parte se puede destinar a proyectos urbanos. No si provocan pérdidas. Una parte de los beneficios son para capitalizar y otra para proyectos urbanos. Nunca me he opuesto. No se puede hacer si estamos en pérdidas. Eso era ilegal y muy peligroso, las pérdidas seguían y podían llevar a la desaparición. Una vez realizado ese saneamiento, lo previsible es que de ahora en adelante se puedan financiar proyectos urbanos. - ¿Se arrepiente de alguna de las obras que ha financiado el Consorcio? - No me arrepiento de ningún proyecto: el parque empresarial de A Granxa en Porriño, que todo el mundo decía que era una barbaridad con un millón de metros cuadrados allí y que se llenó enseguida; el parque tecnológico lo inicié y lo terminé yo ahora; el túnel de Beiramar, que fue un éxito total; "Abrir Vigo al Mar" que recibió premios nacionales e internacionales de arquitectura; la zona portuaria de Bouzas, que permitió la expansión de Citroën, ya que todo el mundo coincide que el elemento dinamizador de Citroën fue la plataforma de Bouzas, aunque hubiese que renunciar a algo, pero eso hay que hacerlo siempre para conseguir algo. Todas han sido un éxito. - ¿Se ha sentido alguna vez incomprendido, incluso maltratado con estos proyectos? - Muchas veces. Los proyectos que hicimos fueron contestados muy duramente. El propio túnel, que ahora todo el mundo alaba, hubo que realizarlo con pancartas de protesta todos los días. Además, en ocasiones el propio ayuntamiento se desentendía por completo de esos proyectos. Todo lo que suena a algo impopular, y sobre todo con la inestabilidad de las corporaciones en Vigo, hacía que incluso se apuntaban, con gran demagogia, a la oposición al proyecto. Había que remar contra corriente del propio ayuntamiento. Aquí las corporaciones por las mayorías tan difíciles, jugaban a corto plazo y de forma miope, y esa inestabilidad impidió realizar proyectos importantes y otros se retrasaron muchísimos años. El segundo cinturón, que ya figuraba en los Presupuestos del Estado hace años, y se ha acabado hace muy poco. El túnel por debajo de Castrelos no se pudo realizar, y fue la Corporación la que lo impidió. - ¿Lo que más le ha defraudado en estos años? - Eso precisamente. No hacer el túnel por debajo de Castrelos me asombró. Es una aberración. Acabar una circunvalación en un semáforo es un absurdo. Nació casi inservible el primer cinturón, por eso hubo que acometer de inmediato el segundo. La primera fue una obra mal realizada y absurda. - ¿Tan complicada es la ciudad de Vigo para llevar a cabo los proyectos? - Es una ciudad complicada por la dificultad de configurar mayorías. La tercera parte de la población vive fuera del casco urbano y es muy difícil conciliar un consenso, es muy disperso. El ayuntamiento sólo tuvo una mayoría absoluta, nunca hubo mayorías muy claras. Corina Porro gobernó en minoría, Príncipe con una mayoría muy forzada y difícil. Cualquier proyecto es mucho más difícil, porque no hay una mayoría fuerte en el ayuntamiento que lo apoye. El problema que tiene Vigo es que a las complejidades jurídicas y técnicas que tienen los proyectos se añaden esas otras complejidades políticas, todo resulta mucho más difícil y se retrasan las cosas. - ¿Comparte lo que dicen algunos de que usted tiene fama de ser duro a la hora de negociar? - No. Me llevo bien con todo el mundo. He hecho muchos proyectos importantes y se realizaron con la colaboración de la Xunta y de los ayuntamientos: Vigo, Porriño, Nigrán... Han pasado distintas corporaciones con distintos partidos políticos y siempre ha habido acuerdos. Evidentemente hablo con los ayuntamientos desde mi posición. Defiendo los intereses de Zona Franca, que son los de Vigo. A lo mejor es que tenemos aquí una visión a largo plazo que las corporaciones pueden no tener. Es una perspectiva distinta. Pero hablo con los ayuntamientos desde puntos de vista distintos. - ¿Es consciente de que ha habido quienes le han querido ver fuera de este cargo? - Nunca he sentido dudas. Vine aquí porque me lo pidieron y no para ocupar el puesto de nadie porque otra persona no quisiera. No fui un candidato de segundas. Me lo pidieron Emilio Pérez Touriño y Pedro Solbes en su momento y muy fuertemente. Vine porque me lo pidieron. No he sentido que me hayan retirado el apoyo. A lo mejor hay gente que trata de fanfarronear con esto, pero no he tenido dudas sobre mis apoyos en la Administración ni en el partido. - ¿Está usted ya de despedida? - Habiendo elecciones el 9 de marzo no puedo decir si es una despedida o una continuidad. Siempre he trabajado hasta el último momento. En el anterior periodo seguí bastante después de las elecciones de 1996. No puedo decir nada, porque la continuidad estará en función de unos resultados electorales.
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